De ida y vuelta
Exposición fotográfica de Noé Pineda
19 de mayo de 2007
Espacio fotográfico Tragameluz
San Cristóbal de Las Casa, Chiapas
Hace diez años bajó de un camión proveniente de la Ciudad de México un joven de cabello largo ansioso por capturar en imágenes la vorágine de acontecimientos que se sucedían en tierras chiapanecas, con una mochila cargada con sueños, esperanzas y grandes expectativas igualita a la de muchos otros viajantes de aquellos tiempos Adentrarse en un territorio en conflicto, en guerra, era la continuidad lógica de una vida de extremos, de situaciones límite, ansia de aventura que a fin de cuentas era también una búsqueda de sentido.
Entonces encontrar la aventura, caminar en la orilla del abismo, no era tarea difícil, era labor cotidiana, acción consuetudinaria. Ahí donde sucedían las cosas casi siempre estaba Noé, con su cámara, apuntando, disparando, capturando. Bastaba tener el valor de subir al torbellino para que la Historia pasara frente a tus ojos, y entonces sólo había que mirar, escuchar y asegurarse de que todo quedara grabado para después convertirse en el cronista del tiempo, en el saguerista, el portador de la imagen de la epopeya.
Pero el tiempo, que lo cura todo menos la ausencia de sentido, fue amainando la vorágine, la sorpresa de ayer se casó con el cotidiano y el torbellino dejó de mirar hacia la Historia para clavarse en si, en sus pequeñas historias entrelazadas y confusas. Se fue la historia, quedó el abismo. Muchos volvieron, ya no en camión sino en avión, con mochilas cargadas de concreto, pesadillas, dudas y desencanto. Los necios, los que se quedan, saben que tendrán que hacer a su ícono pedazos. Es cuando llega —siempre llega— la duda: ¿en dónde quedo yo?
La vuelta es entonces un volver a caminar, buscar el torbellino en otro lado para no seguir desgarrando los adentros. Alguna vez Ciorán le dijo a Savater “No actuamos más que bajo la fascinación de lo imposible: lo que equivale a decir que alguien incapaz de dar a luz una utopía y de entregarse a ella está amenazado por la esclerosis y la ruina”.
La vida de los pichichi (pinches chilangos chiapanecos) es así, un ir y venir constante, entre la raíz encementada y el sueño de tierra. Las historias se intercalan entre la ciudad capital y la ciudad Las Casas, en una indefinición que permite distancia y apego, amor y desamor, olvido y nostalgia. La distancia no es el olvido sino un eterno e insistente retorno.
Estas fotografías son parte de esa historia, pues al final lo que nos queda de los grandes relatos son tan solo fragmentos, muescas que marcan el paso de los días. Narración fotográfica de una ida y una vuelta a partir de sus detalles, de sus rostros y claroscuros. No es una exposición de retrato, ni de fotoperiodismo, ni de foto arquitectónica, ni de paisajes, es la narración de una historia de vida (una vida en diez años, de las tantas vidas que arrastramos en nuestro tiempo terreno).
Es su historia y no, porque lo que más es, lo que más puede importarnos es que es la historia de muchos desde el punto de vista de un profesional de la mirada, de todos aquellos que salieron de la ciudad que se hunde y vinieron y vieron, encontraron rostros y sonrisas junto a la carencia y el riesgo, y que después volvieron de la ciudad con puertas cerradas a la metrópoli del desnudo.
“De ida y vuelta” es también y sobre todo el testimonio de la tribu, de los nómadas que somos, que estamos y no estamos, que venimos pero nos vamos, los que vamos con certeza en busca de tormenta pero que siempre nos quedaremos poniendo en duda la catástrofe. Imágenes fijas para recordarnos que moverse en busca de la utopía es conjurar la esclerosis y la ruina.
Leonardo Toledo Garibaldi
Entonces encontrar la aventura, caminar en la orilla del abismo, no era tarea difícil, era labor cotidiana, acción consuetudinaria. Ahí donde sucedían las cosas casi siempre estaba Noé, con su cámara, apuntando, disparando, capturando. Bastaba tener el valor de subir al torbellino para que la Historia pasara frente a tus ojos, y entonces sólo había que mirar, escuchar y asegurarse de que todo quedara grabado para después convertirse en el cronista del tiempo, en el saguerista, el portador de la imagen de la epopeya.
Pero el tiempo, que lo cura todo menos la ausencia de sentido, fue amainando la vorágine, la sorpresa de ayer se casó con el cotidiano y el torbellino dejó de mirar hacia la Historia para clavarse en si, en sus pequeñas historias entrelazadas y confusas. Se fue la historia, quedó el abismo. Muchos volvieron, ya no en camión sino en avión, con mochilas cargadas de concreto, pesadillas, dudas y desencanto. Los necios, los que se quedan, saben que tendrán que hacer a su ícono pedazos. Es cuando llega —siempre llega— la duda: ¿en dónde quedo yo?
La vuelta es entonces un volver a caminar, buscar el torbellino en otro lado para no seguir desgarrando los adentros. Alguna vez Ciorán le dijo a Savater “No actuamos más que bajo la fascinación de lo imposible: lo que equivale a decir que alguien incapaz de dar a luz una utopía y de entregarse a ella está amenazado por la esclerosis y la ruina”.
La vida de los pichichi (pinches chilangos chiapanecos) es así, un ir y venir constante, entre la raíz encementada y el sueño de tierra. Las historias se intercalan entre la ciudad capital y la ciudad Las Casas, en una indefinición que permite distancia y apego, amor y desamor, olvido y nostalgia. La distancia no es el olvido sino un eterno e insistente retorno.
Estas fotografías son parte de esa historia, pues al final lo que nos queda de los grandes relatos son tan solo fragmentos, muescas que marcan el paso de los días. Narración fotográfica de una ida y una vuelta a partir de sus detalles, de sus rostros y claroscuros. No es una exposición de retrato, ni de fotoperiodismo, ni de foto arquitectónica, ni de paisajes, es la narración de una historia de vida (una vida en diez años, de las tantas vidas que arrastramos en nuestro tiempo terreno).
Es su historia y no, porque lo que más es, lo que más puede importarnos es que es la historia de muchos desde el punto de vista de un profesional de la mirada, de todos aquellos que salieron de la ciudad que se hunde y vinieron y vieron, encontraron rostros y sonrisas junto a la carencia y el riesgo, y que después volvieron de la ciudad con puertas cerradas a la metrópoli del desnudo.
“De ida y vuelta” es también y sobre todo el testimonio de la tribu, de los nómadas que somos, que estamos y no estamos, que venimos pero nos vamos, los que vamos con certeza en busca de tormenta pero que siempre nos quedaremos poniendo en duda la catástrofe. Imágenes fijas para recordarnos que moverse en busca de la utopía es conjurar la esclerosis y la ruina.
Leonardo Toledo Garibaldi
El mundo se ve mejor de cabeza
Aprendiendo a tejer
Mirada al otro lado
Aprendiendo en la cosina
Hombres trabajando
Manifestación en Reforma
Desnudos en Insurgentes
De ida y vuelta ( o de cómo uno se atreve a explicar lo que nadie solicitó)
Aprendiendo a tejer
Mirada al otro lado
Aprendiendo en la cosina
Hombres trabajando
Manifestación en Reforma
Desnudos en Insurgentes
De ida y vuelta ( o de cómo uno se atreve a explicar lo que nadie solicitó)
Todo comenzó cuando supe que ya me iba para el DF y que mi tiempo en Chiapas entraba en cuenta regresiva, pensando qué iba a hacer para despedirme de mis amigas y amigos, Cecilia, Marina, Melisa, Katerin, Jutta, Blanca, Carmen, Adelina, Rosy, Leonardo, Luís, Efraín, Favricio, Azael, Adolfo, Paco, Pedro y muchos más como fotógrafos independientes, pues me dije que una exposición fotográfica sólo mía era la despedida del colectivo y de otros más, como la banda del Frayba, pues a pesar de trabajar muchos años con ellas y ellos nunca se enteraron bien qué hacía yo con el colectivo de FI´s.
Yo comencé a maquinar la expo a principios de mayo, así que como que mucho tiempo no tenía, lo que tenía eran muchas fotos y poco tiempo, pero como resulta que en veces uno funciona mejor bajo la presión del tirano tiempo, pues me di a la tarea de escoger las fotos; al principio fue una selección de más de 100 fotos, me dije que eran demasiadas, que tendrían que salir unas 25 como máximo, así que de las más de 100, en una buena noche de pensarle y darle vueltas, de ver y ver las fotos, de acomodarlas y reacomodarlas, decidí que unas 36 estarían en la selección final.
Para hacerlo más colectivo, decidí que Cecilia y Leonardo me ayudaran (dos amigos que siempre estuvieron cerca y siguen estando), así que les pedí me ayudaran en la curaduría, labor que se llevó su rato por que nos encontrábamos pero no lo hacíamos, los perseguí y los perseguí hasta que un buen día, el mismo que festejábamos mi cumpleaños, mi despedida y la inauguración de un nuevo formato de cocina en La Pera, ya por la nochecita nos sentamos y salió lo que muchos habrán visto ya en las paredes de Tragameluz, antes Casalia, y ahora en el blog de El electrón inestable.
La exposición es una pequeña muestra del trabajo de muchos años, sobre todo es muestra de que ya tengo cámara digital reflex, o sea, que le disparo a todo lo que se mueve, lo que no se mueve y lo que insinúa moverse, y de todos los disparos algo salió bueno, y no es pecar de modestia, es que en veces uno como fotógrafo se las anda dando de que todo está fríamente calculado y que siempre supo qué quería hacer, pero la verdad es que en veces sí te sale bien, en otras no te sale nada de lo que esperabas y en unas más, salen más cosas de las que te imaginabas.
Yo no me había atrevido a exponer sólo, lo había hecho siempre en el colectivo, y he de confesar que está vez me costo trabajo pero estaba cargado de sentimientos, así que lo mínimo era expresarme sólo y exponerme ante los ojos de la crítica; muchos me conocen más por los videos que había hecho, otros por mi trabajo en derechos humanos, otros por la fiesta y la algarabía, unos más por que mero me miraban por todos lados, pero no muy identificaban lo que hacía en fotografía, así que una vez decidida la salida al DF y entrado en el proceso de despedidas, pues nació De ida y vuelta…fotografías de aquí y de allá.
Un breve recorrido por la mirada de su servidor y fragmentos del mundo que miro, admiro y en veces me asusta, pero sobre todo, y como dice Leonardo, era una deuda con los fotógrafos y las fotógrafos de FI´s, con las amigas y amigos de muchos años en San Cristóbal, conmigo mismo y con la profesión.
Yo comencé a maquinar la expo a principios de mayo, así que como que mucho tiempo no tenía, lo que tenía eran muchas fotos y poco tiempo, pero como resulta que en veces uno funciona mejor bajo la presión del tirano tiempo, pues me di a la tarea de escoger las fotos; al principio fue una selección de más de 100 fotos, me dije que eran demasiadas, que tendrían que salir unas 25 como máximo, así que de las más de 100, en una buena noche de pensarle y darle vueltas, de ver y ver las fotos, de acomodarlas y reacomodarlas, decidí que unas 36 estarían en la selección final.
Para hacerlo más colectivo, decidí que Cecilia y Leonardo me ayudaran (dos amigos que siempre estuvieron cerca y siguen estando), así que les pedí me ayudaran en la curaduría, labor que se llevó su rato por que nos encontrábamos pero no lo hacíamos, los perseguí y los perseguí hasta que un buen día, el mismo que festejábamos mi cumpleaños, mi despedida y la inauguración de un nuevo formato de cocina en La Pera, ya por la nochecita nos sentamos y salió lo que muchos habrán visto ya en las paredes de Tragameluz, antes Casalia, y ahora en el blog de El electrón inestable.
La exposición es una pequeña muestra del trabajo de muchos años, sobre todo es muestra de que ya tengo cámara digital reflex, o sea, que le disparo a todo lo que se mueve, lo que no se mueve y lo que insinúa moverse, y de todos los disparos algo salió bueno, y no es pecar de modestia, es que en veces uno como fotógrafo se las anda dando de que todo está fríamente calculado y que siempre supo qué quería hacer, pero la verdad es que en veces sí te sale bien, en otras no te sale nada de lo que esperabas y en unas más, salen más cosas de las que te imaginabas.
Yo no me había atrevido a exponer sólo, lo había hecho siempre en el colectivo, y he de confesar que está vez me costo trabajo pero estaba cargado de sentimientos, así que lo mínimo era expresarme sólo y exponerme ante los ojos de la crítica; muchos me conocen más por los videos que había hecho, otros por mi trabajo en derechos humanos, otros por la fiesta y la algarabía, unos más por que mero me miraban por todos lados, pero no muy identificaban lo que hacía en fotografía, así que una vez decidida la salida al DF y entrado en el proceso de despedidas, pues nació De ida y vuelta…fotografías de aquí y de allá.
Un breve recorrido por la mirada de su servidor y fragmentos del mundo que miro, admiro y en veces me asusta, pero sobre todo, y como dice Leonardo, era una deuda con los fotógrafos y las fotógrafos de FI´s, con las amigas y amigos de muchos años en San Cristóbal, conmigo mismo y con la profesión.
Comentarios
no cabe duda: de ida y vuelta van y vienen imágenes gratas, caminos caminados, felicidades!
es una belleza el ojito mariposo!
gracias noe...
no cabe duda: de ida y vuelta van y vienen imágenes gratas, caminos caminados, felicidades!
es una belleza el ojito mariposo!
gracias noe...